La batalla por la investidura republicana ha comenzado. A un lado, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, estrella ascendente cuya candidatura a la Casa Blanca todos dan por hecho. Al otro, el expresidente Donald Trump, peso pesado del partido, derrotado en las elecciones de 2020 por Joe Biden.

Los dos hombres se conocen bien. Ambos viven en Florida y Trump le brindó a DeSantis un apoyo crucial desde la presidencia cuando el gobernador, entonces un desconocido congresista, se presentó por primera vez al cargo en 2018.

Mucho tiempo ha pasado desde entonces. Aquel joven y leal trumpista se perfila ahora como el único adversario real del magnate en su carrera por la nominación republicana en 2024, antes incluso de anunciar su candidatura.

Su gestión de la pandemia de covid-19, opuesta a las medidas sanitarias de Biden, y sus políticas educativas contra la ideología progresista "woke" lo han convertido en una figura importante de los conservadores estadounidenses.

Trump no ha tardado en sacar la artillería contra él. En un comunicado publicado la semana pasada, el expresidente tachó a DeSantis de "gobernador mediocre"; lo criticó por imponer restricciones al principio de la pandemia y recordó que había apoyado recortes en un programa de seguridad social cuando era congresista en Washington. El gobernador de Florida ha empezado a responder a su manera, más sutil.